Sekitumi

13 junio, 2007

SENSACIONES RARAS

Ayer asistí con los amiguetes al Pepeworld Festival celebrado en Las Ventas, atraído por los cantos de sirena emanados por el binomio Kasabian-The Killers... ¡QUE NO! Fui a ver a mis Smashing Pumpkins del alma, y a cambio tuve que tragarme las cacotas anteriormente mencionadas. Antes de ver lo que dieron de sí los de Chicago, una pequeña observación. No entiendo cuál es el gancho de las actuales bandas pop-rockeras "alternativas". Creo que un mínimo bagaje musical tengo a estas alturas para separar el grano de la paja (bueno, si no tenemos en cuenta que me la acaban de meter doblada con el cd de Melvins-Lustmord, tendré que probar a escucharlo puesto de mescalina). Siempre de acuerdo a las preferencias estéticas de cada uno, en los grupos anteriores (añadan Franz Ferdinand y en general todo los que sale en el EP3 o el Mondo Sonoro) veo ante todo un ansia de pose cool-moderniqui que soy incapaz de soportar. Y creo que se debe a la nula gracia con la que esos grupos juegan sus referencias. Desde luego que un grunge-setentero irredento tiene poca legitimidad a la hora de criticar esas cosas, y más cuando gran parte del rock de los noventa que saboreo es una ampliación de iconos veinte años anteriores. Pero, amigos, no es lo mismo la reinterpretación de unos Kyuss o unos Soundgarden sobre el mito Sabbath, que, por ejemplo, el fusilamiento contínuo del moderneo actual a costa de la new wave, The Cure o grupos garajeros más o menos de culto.

La pose y la estética son parte esencial del gran timo del rock, y el timo se convierte en espectáculo cuando a la pose se le añade ACTITUD, rasgo del cual adolecen esos grupos tan de ahora. Disculpen la digresión contra el gafapastismo de cartón-piedra (redundancia del día), pero creo firmemente que la gente que va a los conciertos "por el ambiente" o para dejarse ver debiera ser empalada.


En cuanto al casi único grupo de talento de la noche (reconozco que los Killers esos al menos entretuvieron en tres canciones), la expectación fue mitigada por el cansancio y la puta alergia. Un gallifante para los que idean festivales de una sola tarde-noche en un día laborable, hijos de puta todos ellos. Otras condiciones poco amistosas para el disfrute fueron un sonido muy poco contundente y que, definitivamente, las cosas se ven con otros ojos cuando tienes 17 años (qué sería de un post sobre los Pumpkins sin nostalgia de acné, bueno, como todo lo que escribo).


Las sensaciones extrañas fueron eso, extrañas. Porque los clásicos de siempre me sonaron sosos y con poca pegada (Today, Tonight, tonigt, Zero, 1979) y las antaño emocionantes baladitas me aburrieron (tiemblo cuando este tío empuña la guitarra de palo). Pero lo raro es que las canciones de un álbum nuevo pendiente de editar sí me hicieron vibrar (el primer tema fue un gran comienzo). Deduzco que tengo tan trillados el Mellon Collie... y el Siamese Dream que sólo con un sonido más acorde me hubieran hecho tilín de nuevo, al menos en directo, ya que los discos no han envejecido para mí. Rechazo la idea de que han perdido el mojo, porque, ya digo, los nuevos temas me sonaron bastante notables. No hubo decepción en cuanto al estado de forma de las calabazas. Corgan sigue siendo un guitarrista único (y ayer cantó muy bien), Chamberlein una puta bestia parda, y los relevos de James Iha (el asiático más chachi del rock) y D'Arcy cumplieron (apréciese la foto adjunta sobre la muchacha en cuestión).


Finiquito con otra observación: ¿por qué la prensa generalista española es tan condenadamente inútil a la hora de abordar crónicas con bandas rockeras? Ahora recuerdo reseñas en El País y El Mundo sobre Nine Inch Nails, Pearl Jam o los mismos Pumpkins de ayer donde JAMÁS ponen bien los títulos de las canciones. ¿Tanto cuesta consultar la web de los grupos y ojear los listados de temas? Qué vamos a pedir, si en el diario de Pedro Megustalamaderaporelorto J. Ramírez indicaron hace unos años el sonido punk de los AC/DC. Ole.

Espero que Zazú y el señor Javo no me crucifiquen.

PD: Vaya putísima mierda los Kasabian, hay que decirlo más. Ah, y otra razón más para cagarse en la puta calavera de los Killers: su concierto se alargó más de lo previsto y los Pumpkins acortaron el suyo por el tema de horarios. Una incorporación nueva a mi lista negra.

07 junio, 2007

ORGULLO PATRIO (I)

Caaaalma, que de momento no me ha dado por manifestarme con la rojigualda para defender la unidad de la patria, una, grande, etc. Es sólo que voy a hacer justicia con mis bandas de rock español favoritas. Estamos de acuerdo en que los anglosajones son el referente incuestionable en materia de hacer ruidaco, pero sí es cierto que aquí existe gente de talento más que reivindicable. Y como suponéis, no me refiero al maldito rock calimotxero con su demagogia radikal. Al turrón, pues:


  • Sobrinus: el nombre ya delata su devoción hacia Primus, enorme power-trio yanqui de funk progresivo con toques de Zappa. Sobrinus son una mis bandas de cabecera, poseedores de una fressssshcura de altos vuelos, y tristemente disueltos hace casi dos años. Los de Sidney Gámez elaboraron tres discos repletos de imaginación, tanto en lo musical como en las letras, combinando alocadas piezas de funk rock con locuras instrumentales y momentos más introspectivos. ¿Sus poderes? La inconfudible voz pitufada y comunicativa del señor Gámez, el delicioso bajo funk de Javi y dos portentos a la batería: Loza en los dos primeros trabajos y David Parra en el último. La recomendación es extensible a todas sus obras, pero sobre todo destacaría la segunda, Zapping. Por varios motivos: el soberano trabajo de composición, el desparrame instrumental (ejemplo de solvencia técnica al servicio de la canción, sin pirotecnias) y las letras repletas de dobles sentidos, humor surrealista y, a veces, amargura sentimental. Dentro de una carrera ejemplar, resultan memorables temas como Pitufa, San Franciso (canción emocionante hasta la médula), Sirena de charca, Mona Lisa, La música es un Dios (que inspiró mi primer post aquí, aunque hablaba de otra banda), y un larga ampliación más, ya que son discos sin desperdicio alguno. Y un momento cumbre: el interludio instrumental de América profunda, o cómo hacer un solo con los tres instrumentos al mismo tiempo, siempre respetando la autoridad del magistral Loza, que en ese pasaje consigue los redobles más inauditos que yo haya escuchado. Sobrinus, siempre entrañables y a años luz de casi todo.

  • Los Enemigos/Josele Santiago: la forma es distinta, el fondo similar. Josele Santiago es el mayor letrista y compositor que ha dado el rock en castellano, y esto se acepta como dogma de fe Y PUNTO. Aumentando y elevando hasta cotas insospechadas de intensidad las enseñanzas de otro ilustre, Rosendo, Josele ha dado, ya sea con Enemigos o en solitario, con una especie de piedra filosofal donde combinar desgarro, cinismo, supervivencia, optimismo y poesía. Su universo literario se corresponde con la prodigiosa voz de este DIOS con aspecto humano. Grave y rasgada hasta rozar lo grotesco, esas cuerdas vocales son un ente indisoluble con las historias contadas/cantadas. En mi Olimpo particular junto a los Staley, Cornell, Lanegan o Cobains de turno. Sólo añadir, en cuanto a las letras, que Josele también hace gala de suma inteligencia y una sensibilidad sui generis para los relatos ora descarnados, ora esperanzadores de sus letras, inspiradas por la calle o por vidas propias y ajenas. Musicalmente, Los Enemigos tienen su base en el blues-rock y el rythm 'n' blues corrosivo y gamberro, aunque evolucionaron posteriormente hacia una versatilidad donde Josele adaptaba a su peculiar estilo con la guitarra (otra perogrullada: tiene un feeling realmente singular tocando) que les permitió abarcar blues, punk rock, hard rock y hasta irresistibles medios tiempos flirteando con el pop. Uno de los tres mayores orgasmos musicales que he tenido han sido en sus directos, donde los géneros mencionados ganaban en crudeza, hasta convertir el bolo en toda una ceremonia de afirmación ante la vida. En solitario, Josele ha bajado las revoluciones notablemente y se inclina hacia la canción de autor, perdiendo inmediatez y ganando en poesía. Si tengo que elegir mis discos preferidos de LA VOZ (por favor, me estoy esforzando en mostrar mi nula objetividad y el fanatismo que me ciega, apreciadlo), me quedo con la trilogía La vida mata, Tras el último no va nadie (equivalente a In Utero en su desaliento) y Gas. Por su propia cuenta, Las golondrinas, etcétera es bellísmo. Últimamente los tengo algo abandonados, pero Enemigos han sido la banda sonora más importante de mi vida junto a Nirvana, Soundgarden y Alice in Chains (que conste que tengo más horizonte musical, pero al César lo que es del César). Y una última petición a los señores de El País: ni se os ocurra volver a comparar a Josele con el puto Sabina. Sin hueso, mi ansiedad.

JACK, TE QUEREMOS (AVISO, CONTIENE SPOILERS)


Es evidente, he vuelto, no sé si para quedarme. Vuestras patéticas existencias vuelven a tener sentido, subordinadas a una causa mayor que trivializa las dificultades del día a día. Según Alan Moore, algo parecido se le pasó por la cabeza al primer asesino en serie de la historia contemporánea, mi querido Jack el Destripador. Mi toma de contacto con Jack, o sir William Gull, tanto da, se remonta a un telefilm, no demasiado chungo, que emitía Antena 3, con el gran Michael Caine interpretando al investigador del caso. Pero lo que me gustaría es dar un repaso a la mastodóntica y absolutamente GENIAL reconstrucción que Mr. Moore realizó en From Hell, novela gráfica insólita en cuanto a extensión, rigor y significados. Al igual que en la ya comentada V de Vendetta, Moore reincide en la visión de un Londres tortuoso, escaparate del horror humano. Si en la primera se planteaba un futuro cercano y asfixiante, en esta ocasión somos transportados a la fascinante era victoriana (creo recordar que el primer destripamiento ocurre allá por 1888). Sobre dicho momento, el guionista realizó una labor de documentación asombrosa para atar los cabos más creíbles sobre la verdad del mito, así como para indagar en el espíritu podrido y clasista del Imperio de su Graciosa Majestad. Es obvio que el resultado es tenebroso y asfixiante, colaborando en ello el dibujo desarreglado, y cercano al boceto en lápiz , de Eddie Campbell.


Os joderé la trama: sir William Gull es un experto cirujano al servicio de la Corona, y perteneciente a la Masonería, aquellos señores que tanto odiaba el particular destripador que sufrimos por estos lares, tiempo ha. Sus servicios son requeridos cuando un grupo de prostitutas de Whitechapel chantajea a la Corona, ya que una compañera ha dado a luz un bastardo real, cortesía del fornicador compulsivo que la Reina tiene en su sobrino (¿o era su nieto?). A partir de aquí se abren varios frentes. De un lado, el costumbrismo, rayando el naturalismo, a la hora de narrar la cotidianeidad de las meretrices. La suciedad ambiental y física de esta línea argumental es sobrecogedora, encuentro sexuales incluídos. De otro lado, estaría la investigación de Scotland Yard, cuyos jefes putean desde el principio al investigador al cargo, con pistas falsas y sospechosos múltiples. Especialmente relevante es la acción de la prensa, ya que es un plumilla el creador del mote de el destripador. Finalmente, el nexo de todo: sir William Gull, alias Jack el Destripador. Un iluminado con el que Alan Moore simboliza el inicio del siglo XX, el más caótico de la Historia. Desde un principio asistimos a sus alucinaciones pueriles, que serán canalizadas, ya adulto, por la masonería. En el seno de la organización recibirá el encargo de atajar el escándalo real desde la base, convencido de que tal empeño representa el paso definitivo. Un peldaño hacia la conclusión del gran proyecto masón hacia una nueva realidad mundial, sustentada en la idea de que el tiempo es una espiral cíclica. Este aspecto es el más complejo y fascinante de la novela, ya que nos adentra de lleno en la filosofía que inunda el pensamiento masón.


Las atrocidades del serial-killer son ilustradas con estética expresionista, anticipando los actos de acuerdo a la ritualidad que el bisturí de Jack les otorga. El ahogo en que en lector queda sumido en estas ceremonias de la muerte son antológicas, demostrando Moore un talento narrativo excelso. Talento extensible a los análisis sociológicos de la época que aparecen en todo momento a través de las secuencias con las prostitutas y la policía o, sobre todo, con el acoso realizado contra un profesor homosexual para hacerle cabeza de turco. Dentro de la fiesta del terror que vemos, esta parte me dejó especialmente conmocionado por la vileza atribuída al Estado en su carrera por ocultar las intolerables impurezas de la Casa Real. Así, la lucha de clases, los prejuicios morales y la ilimitada capacidad para el mal que atesora la humanidad se concretan en el desparrame de vísceras que observamos, incrédulos, en el último crimen. Dicha escena está pringada de la alucinógena clarividencia con la que Jack interpreta sus actos. Actos que destilan la terrible conclusión: la violencia desatada da el pistoletazo de salida, como ya he dicho, al siglo XX, con sus variables mediáticas y políticas.


Arrollado por un tren de mercancías. Así es como me sentí al acabar esta obra de arte, que, particularmente, considero lo mejor que ha hecho Moore, lo cual es mucho. Animo a todo el que haya aguantado esta torpe disertación hasta el final a que se acerque y lea From Hell. Y, por favor, no os sintáis culpables si acabáis siendo devotos de esta oda al mal en estado puro. Es lógico.