Sekitumi

16 octubre, 2006

SORPRESA CATÓDICA


Imaginen que este post pretende ser una colección de lugares comunes. Imaginen que se me ocurre uno. Imaginen que lo digo. Imaginen que ya no es un lugar común, sino una certeza, una verdad irrefutable, un axioma. ¿Lo digo? La televisión en España es un insondable pozo de mierda. Ahora imaginen que acabo de contradecirme a mí mismo, que mi capacidad crítica se ha nublado y el ego no sabe, en fin, de correcciones. Bien, pueden dejar de imaginar, sé que es cansado. Efectivamente, el pasado miércoles (o jueves, yo que sé) la tiví recuperó una mínima parte de su autoestima. En La 2, algún directivo ha tenido la gafapástica aidia de programar una especie de artefacto conocido como "televisión de autor". Responde al nombre de "Carta blanca". Se trata de que cada semana un personaje de cierta relevancia (artistas, pensadores, gente del espectáculo) posea libertad ilimitada para hacer un programa a su total antojo.
Y he aquí que la semana pasada casi me da un vuelco el corazón cuando me enteré del protagonista de turno: Antonio Escohotado. Para los curiosos, decir que este señor es un brillante profesor universitario (jurista, filósofo y politólogo) y ensayista de prestigio. Su obra abarca distintos temas, pero su gancho mediático lo constituye su mastodóntica producción e investigación en el mundo de las drogas, esas amigas que nunca presentarías a papá o a mamá.
Obviamente, el programa se centró en una mirada certera, sincera y carente de alarmismos o apologías sobre la problemática que acarrean estas simpáticas herramientas de sabiduría y perdición. Escohotado tubo a bien dividir el programa en tres bloques, correspondientes a invitados de distintas edades. En el primero, Luis Eduardo Aute y Luis Racionero charlaron acerca de la irrupción de los psiquedélicos en los sesenta. En el segundo, un jurista y un médico hablaron sobre campañas de control de daños y visicitudes legales; memorable el momento en que dicho jurista aportó la reflexión definitiva del programa: las drogas jamás verán disminuida su demanda, puesto que son vehículos de placer. La única legitimidad que poseen legisladores y autoridades en materia de control de la circulación se reduce a vigilar la frontera entre el uso y el abuso. Me hubiera gustado ver la cara de millones de hipócritas, cínicos y bienpensantes ante tamaña demostración de sentido común. Finalmente, el tercer bloque contó con dos "jovenzanos": el marciano Albert Plá y Bebe, señorita a ratos repelente y a ratos adorable (esa voz susurrante).
En todo momento tuvimos la sensación de que a nuestro gurú le gusta escucharse demasiado (aunque no había otra salida ante la parquedad de palabras de los "jovenzanos"), si bien es cierto que su lucidez extrema, erudición y sinceridad le convierten en un maestro de ceremonias extraplanetario. Quedó bien patente la ignorancia, la leyenda negra y, curiosamente, la pertinaz falta de información que aún rodea al tema. Frente a estas barreras, sólo queda la solución del estudio efectivo y el desmoronamiento de las ideas preconcebidas, en consonancia con el espíritu insultantemente libre para algunos (paradigmático e inalcanzable para otros como yo) de que hace gala el gran pensador. Memorable fue también la lectura final de una "chuleta" de la que extrajo valiosas conclusiones. Apunto dos: al igual que se necesita una licencia o adiestramiento para ser piloto o cirujano, lo mismo ocurre para los psico-fármacos (= estudio e información no sesgada). Y la otra: la situación de represión y persecución del tráfico y la producción han finalizado. La demanda es cada vez mayor en una sociedad agobiada y desquiciada que necesita sus propios espacios interiores. El uso normalizado y responsable se imponen.
Larga vida al maestro y eterna gartitud hacia su curiosidad y su libérrima actitud vital.